Cumplir años significa, entre otras cosas, ser un poco más viejo. Es también seguir con vida, no estar muerto, seguir teniendo caminos que transitar, deseos que cumplir, ilusiones que realizar. Significa compartir un momento con los que están mas cerca de nuestro corazón.
Significa también sentir de un modo directo la posición que uno ocupa entre los suyos, un corte vivencial y arbitrario que nos inclina a pensar y tratar de ser mejores. Es un acontecimiento que nos enfrenta ante la realidad afectiva que nos merecemos, que forjamos, que día a día hemos construido.
Cumplir años es un día que debiera ser alegre pero que a veces a muchos nos encuentra pensativos, ejerciendo reproches sobre nuestra alma, repasando que pudimos ser mejores en distintos ámbitos y cuestiones.
Cumplir años es un día especial, que nos inclina a pensar en el camino no tomado, en el peso de nuestras elecciones, lo que somos para los demás, y el lugar que ocupamos.
Cumplir años es un día que, a pesar de hacernos un poco más viejos, nos arroja un fuerte impulso de vida, un día sin lugar para los débiles. Todo eso que se diluye entre las actividades de los días normales nos es arrojado ante nuestra cara sin piedad en este día que no admite evasiones ni alturas solitarias: un día delator.
Cumplir años es un motivo de festejo desordenado, conflictivo, con sentimientos que se reparten entre alegrías y presencias queridas; pero también, muchas veces, poblado de ausencias que no entendemos.
Cumplir años es avanzar en el camino de la vida, aunque muchas veces sigamos en el mismo lugar, detenidos, pensando equivocadamente que tenemos mucho que perder, viviendo cada dia olvidando el deber que tenemos de ser felices.
Cumplir años es, finalmente, darse cuenta de una manera terrible de que, a medida que pasan los años, mas necesitamos de las personas que conocimos cuando eramos jóvenes.
Por, Agustín A. Sastre
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